Vida inteligente: Plantas cíborg para colonizar Marte
Medio siglo después de que Tompkins y Bird relataran lo que le pasaba una planta si un colaborador de la CIA la conectaba a un polígrafo.
Cleve Backster era un agente especializado en interrogatorios. Estaba acostumbrado a todo tipo de prácticas en el uso del detector de mentiras. Aquel día no había trabajado y un tanto aburrido, decidió conectar una rama a los electrodos de la máquina. Era un simple juego, pero iba a descubrir algo insólito, porque cuando la planta recibía agua, el detector de mentiras emitía una señal cuyas características se interpretan durante los interrogatorios como un indicativo de bienestar o satisfacción.
Tras aquella primera “reacción” decidió seguir curioseando y quemó la planta. En ese instante, el polígrafo emitió otra señal, diferente pero muy poderosa. Se trataba de un indicativo que en humanos equivalía al dolor. De forma accidental, Backster acababa de efectuar un descubrimiento singular.
La proyección en el Perú es sintetizar aquella vida secreta de las plantas en una instalación donde mediante programación y dispositivos podemos generar una sinfonía en código binario traduciendo a las personas lo que sucede en el interior de un pequeño jardín cyborg. No es solo vida secreta. Es vida inteligente. Injertando a las plantas un hardware para aumentar su realidad, se puede lograr que los organismos vegetales están empezando a ser capaces de controlar su propio crecimiento, modificando agua y luz gracias a la lectura de datos que les aportan sus prótesis robóticas.
La conclusión es que la planta no solo puede responder a cambios de luz, agua o nutrientes, también puede detectar una simple caricia con las yemas de los dedos en una hoja o la corriente de una puerta abierta e inmediatamente disparar gráficas.
En The Plant Sense - Gijón (Asturias), España. Ofrece finalmente al espectador un jardín cibernético instalado sobre una base poligonal, donde dos docenas de plantas ornamentales de interior viven su vida mientras los sensores vuelcan la información a los ordenadores, la procesan y la devuelven al wearable, a unos interfaces que el público puede coger con las manos y que emiten vibraciones al ritmo en que las plantas sufren variaciones y a una especie de plantas robóticas que, a su vez, se mueven por los impulsos de sus compañeras y también interactúan con la vida en el jardín.
La reflexión artística, más allá de traducir a sonidos, movimiento y vibraciones lo que sienten las plantas, pretende también presentar a los organismos vivos como el cerebro del jardín.
El primer objetivo es desarrollar plantas y robots para desarrollar estructuras arquitectónicas que puedan crecer por sí mismas. La idea descabellada de crear plantas cíborg para colonizar Marte y generar una atmósfera que permitiera luego el desembarco del ser humano, se puede hacer realidad.